A veces, quisiera que el viento que penetra en mis fosas nasales me dijera quién soy; a veces, quisiera que la lluvia que cae sobre mi cabello se escurriera hasta el cerebro, y me contara todos los secretos que ni yo conozco de mí. ¡Ay vida! Para qué me sirves, si no me tengo ni siquiera a mí.
Esa es la realidad, o la realidad que percibo cuando me escapo de mí, o corro, o me regreso a la cama y al vientre de mi madre, solo para sentirme protegido ante la falta de una orientación precisa. ¿Para qué quiero orientarme, cuando quienes dominan mi existencia definen el vector que me lanza por las mañanas, por las tardes, por las noches? Hay una junta el lunes a las 8:30 am, otra el miércoles a las 6, tienes que entregar un análisis antes de la media noche, para que lo reciban en Europa a primera hora; vas muy bien, me gusta tu trabajo, ¿por qué fallaste? ¿eres acaso un pedazo de mierda? Sigue así y vas a reemplazar al jefe, pero que no lo sepa porque te va a poner el pie sobre el cuello. El tiempo, el tiempo, el tiempo… Estoy harto de regirme por las normas de otros, a las que fui arrojado sin conciencia de que iba hacia las fauces del ogro-rata, del ogro-fecha, del ogro-autómata. ¿Es muy tarde para salir? ¿Ya fui engullido y defecado, y viajo con la corriente fétida de las cloacas? No, creo que no, o tal vez sí.
Lucho contra el mundo, contra mi micromundo, mi mundo-academia, mi mundo-trabajo, mi mundo-sistema, mi mundo-haz-lo-que-te-digo, mi mundo-alcohólico, mi mundo-dinero, mi mundo-vejez, mi mundo-miedo, mi mundo-perro, mi mundo-sol-luna, mi mundo-cuerpo, mi mundo-espíritu, mi mundo-sujeto, subjetivo, que se cimienta sobre las conjunciones entre verbos, entre afirmaciones y negaciones, entre el ‘sí’ y el ‘no’, el ‘seguro’ y el ‘tal vez’, el ‘me gusta’ y el ‘no quiero’.
Lucho contra lo inhumano de lo humano, contra la máquina-molino, contra aquellos, contra mí porque también a veces soy aquellos, aquellos que necesitan por estúpidos y no por sabios, que me ajuste a su cotidianidad, a su moral, a su heteronorma, a sus creencias, a su religión, a su familia, a su concepto de vida, a un concepto inventado por otros y que toman como suyo porque pensar les parece difícil, más difícil que sacar el auto a las cinco de la mañana y sentarse en un escritorio para recibir órdenes hasta que un día les digan que ya no son útiles. ¿Eso es vivir? Sí, o no; me da para gastar, pero no tengo tiempo para disfrutar lo que compro; me indigesto y vomito, pero ya vendrá otro día. Otro día para sentarme en el escritorio, para indigestarme y vomitar, para vaciar mi estómago y volver a llenarlo, hasta que, un día, me de cuenta de que la masa voraz anuló mis deseos, mis pensamientos y mi carne. Mi carne arrugada y vieja y seca. Pero no hoy, porque todavía sé lo que quiero, o no, pero eso no importa. Lo que importa es:
