Literatura y Naturaleza

La literatura es una de las siete bellas artes que, más allá de definirse en términos etimológicos o académicos, se ha constituido como una de las principales fuentes de conocimiento, inspiración y entretenimiento desde sus orígenes hasta nuestros días para seguir deleitando a millones de lectores alrededor del mundo. A través de ella se puede aprender la visión de las sociedades antiguas, como la griega o la maya; también, es posible conocer otras costumbres o lugares y, sobre todo, saber que los seres humanos, ya sean de otras épocas o de otras latitudes, compartimos los mismos problemas y los mismos anhelos, aunque con diferentes vertientes, en este andar que hemos denominado “vida”.

Así, la literatura trata acerca de lo que nos acontece día a día y que percibimos en nosotros mismos y mediante nuestra relación con los otros; con lo que nos rodea en el entorno social, político y cultural en el que nos desarrollamos y, por supuesto, con la naturaleza, entendida como todo aquello que existe sin la intervención directa del ser humano, y que involucra todo lo concerniente al cosmos desde las galaxias, el sistema solar y las estrellas, hasta lo que reconocemos haciendo uso de nuestros sentidos para descubrir el mundo que habitamos al ver un paisaje montañoso lleno de neblina, que se escurre entre el verde profundo de la vegetación que lo cubre; al sentir la caricia del agua tibia del mar que nos envuelve con su manto salado, o al escuchar el sonido de un ave que anuncia el amanecer con un canto dulce que vuela, como ella, para viajar con el viento hasta nuestros oídos. Además, la naturaleza también se encuentra dentro de nosotros, y nos conforma como parte de esa creación que tuvo su origen sin nuestra influencia para dotarnos de mente, alma y cuerpo, por lo que somos naturaleza y a la vez parte de ella. Entonces la literatura, como una creación de los seres humanos, puede englobarse dentro de la naturaleza, esa naturaleza humana que impulsa al descubrimiento y estimula la necesidad de hacer uso de las palabras para mantener un registro de los eventos, para preservar la historia y entender el hábitat de la humanidad mediante la reflexión que implica la escritura, y con ello intentar comprender todo lo que nos rodea al mismo tiempo que intentamos advertir lo que se halla dentro de nuestro ser y el mundo que hemos creado, como las emociones y los sentimientos, la razón y la insensatez, la lógica y la incongruencia, y demás cualidades que, con mayor o menor frecuencia, nos caracterizan. 

Desde la Grecia antigua, tanto lo natural como lo sobrenatural han tenido un papel fundamental dentro de la literatura, en la que se permean diversos elementos no solo del reino animal y vegetal sino también del universo para entender la relación del hombre con su medio ambiente. Por ejemplo, ciertos fenómenos atmosféricos como las tormentas, con vientos fuertes, aguaceros, relámpagos y truenos, muchas veces se interpretaban como un presagio o reflejo de problemas morales o sociales en la tierra, como parte de una teoría sobre el microcosmos de los hombres. Para la sociedad griega de la antigüedad, el universo se origina acorde a lo relatado en la Teogonía de Hesíodo, un poeta griego que existió en el siglo VII a. de C. En esta obra poética se menciona que de un abismo, una especie de vacío en el espacio, se originó Gea, es decir, el planeta Tierra, para luego dar origen a otros componentes de su concepción del universo como los astros y el Tártaro, una parte del inframundo que servía como lugar de castigo para los titanes, que eran deidades poderosas que representaban a algún elemento natural o bien a un atributo humano. De esta manera, los primeros versos que se refieren a la creación del universo son:

Primeramente, por cierto, fue el Abismo; y después,

Gea de amplio seno, cimiento seguro de todo

inmortal que habita la cumbre del Olimpo nevoso,

y Tártaro oscuro al fondo de la tierra de anchos caminos,

y Eros, que es entre los inmortales dioses bellísimo,

que desata los miembros, y de todos los dioses y hombres

domina la mente y la voluntad prudente, en el pecho.

De Abismo, Érebo y la negra Noche nacieron;

y de la Noche , luego, Éter y Hemera nacieron,

que ella concibió y parió, habiéndose a Érebo unido en amor.

(116-125)

En este fragmento, es posible identificar otros elementos de la naturaleza además de la Tierra y la noche, como Érebo que es un dios que representa a la sombra y la oscuridad, y Hemera que es la personificación femenina del día. En las siguientes líneas del poema, aparecen otros elementos naturales representados por dioses como Océano, Hiperión (el sol), Ceo (titán de la inteligencia), Crío (dios de los rebaños y las manadas) y varios más. Asimismo, se dice que Brontes, Estéreopes y Arges dieron a Zeus el trueno y fabricaron el rayo.

Acercándonos más a nuestro tiempo tenemos a Esopo, cuya vida transcurrió en el siglo VI antes de Cristo y quien debe su renombre a sus fábulas, que surgen de una sociedad primordialmente rural. La fábula es un género literario que tiene carácter didáctico, o moralizante, y en cuya construcción se utilizan personajes representados por animales o plantas con atributos humanos. Como ejemplo de una fábula de Esopo, tenemos aquella de El león y el ratón:

Estando durmiendo un león en la falda de una montaña, los ratones del campo, que andaban jugando, llegaron ahí, y casualmente uno de ellos saltó sobre el león y éste lo agarró. El ratón, viéndose preso, suplicaba al león que tuviese misericordia de él, pues no se había equivocado por malicia, sino por ignorancia, por lo que pedía humildemente perdón. El león, viendo que no era digno de él tomar venganza de aquel ratón, por ser animal tan pequeño, lo dejó ir sin hacerle mal. Poco tiempo después el león cayó en una red, y viéndose atrapado, comenzó a dar de rugidos. Oyéndolo, el ratón acudió al momento y, viendo que estaba preso en aquella red, le dijo: Señor, ten buen ánimo, pues no es cosa que debas temer; yo me acuerdo del bien que de ti recibí, por lo cual quiero devolverte el favor. Y diciendo esto, comenzó a roer con sus dientes y rompiendo los ligamentos de la red desató al león.

Esta fábula manifiesta que no se debe menospreciar y dañar a los débiles, pues algunas veces acontece que su auxilio es sumamente indispensable aun para los más poderosos.

Aquí, al mismo tiempo que se quiere dejar una enseñanza moral, se observa como el león se utiliza para representar la fuerza y el ratón la debilidad, teniendo ambos atributos humanos que no solo se manifiestan por estas características sino también por otras como la dignidad y la bondad. 

Otro autor de la Europa antigua que mostró gran interés en diversos mitos y su relación con la naturaleza es Ovidio, quien fue un poeta romano que vivió entre el año 43 a. de C. y el 17 d. de C. Entre otras obras, Ovidio es ampliamente recordado por sus Metamorfosis. Como su nombre lo indica, esta obra aborda el tema de las transformaciones como un medio para conservar la esencia de las cosas, aun si el cuerpo cambia de forma para manifestarse como un animal, una planta o bien como él mismo pero con alguna características añadida y que no es propia de su naturaleza.

Así, en las Metamorfosis se narra como Júpiter (Zeus en la mitología griega) transforma al rey Licaón de Arcadia en lobo por haber sacrificado a los extranjeros que llegaban a sus tierras, violando el principio de hospitalidad; mientras que Niobe, tras ver a sus hijos asesinados por los dioses Apolo y Artemisa a consecuencia de su soberbia, ruega al dios máximo que la convierta en piedra, mutando así en un peñasco; e Ícaro, que alcanza solo una transformación a medias al desarrollar un par de alas endebles para escapar de la isla de Creta. Cabe señalar que todas las mutaciones, ya sea que se realicen de forma completa o solo en parte, obedecen a un castigo dado por los dioses, o bien a un deseo, generado en muchos casos por amor. En los siguientes cuadros es posible ver la visión de dos artistas acerca de algunos de estos mitos: Júpiter y Licaón, de Jan Cossiers (derecha) y La caída de Ícaro, de J.P. Gowy (izquierda).

Como un ejemplo más, es posible citar la metamorfosis de Narciso, de cuyo nombre proviene el término que usamos ahora para describir a una persona que se ama demasiado a sí misma, y que llamamos narcisista. En este mito, Narciso, quien fuera engendrado por la ninfa Liriope y el río Cefiso, es un adolescente de gran belleza del cual se enamora una ninfa llamada Eco; esta deidad menor de la naturaleza recibe su nombre debido a que, tras ser sorprendida por Juno (Hera en la mitología griega) en brazos de su esposo Júpiter, es condenada por aquella a no poder conversar y repetir solo las palabras de otros. Entonces cuando Eco quiere abrazar a Narciso para demostrarle su amor, se dice que a causa de su soberbia “Aquél huye, y huyendo: “Las manos de los abrazos retira; / moriré antes –habla- que tengas poder sobre nosotros.” (III, 390-392). Ante ello, Eco decide ir a lamentarse al bosque, pero no sin antes suplicar a los dioses que su desprecio sea vengado:

De allí alguien despreciado, las manos al éter alzando:

‘Que así ame él mismo, sea justo; así no de lo amado se adueñe’,

Había dicho; a sus súplicas justas, la Ramnusia asintió.

(III, 404-406).

Donde el éter es el aire más puro, ligero y elevado respirado por los dioses, en contraste con el más denso y contaminado que se respira en el mundo de los mortales, y Ramnusia es otro nombre otorgado a Némesis, quien castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que tenían derecho a mandarlas, siendo la diosa de la justicia retributiva y de la venganza. Así, y tras despreciar a Eco, Narciso se enamora al ver su reflejo en el agua de una fuente inmaculada, y después de intentar abrazarse y besarse en esa imagen suya por mucho tiempo, finalmente muere desgastado por el amor a sí mismo. Al final, se dice que seguía admirándose en el río Estigio dentro del mundo de los muertos, y su cuerpo se transforma en una flor que evoca su belleza, la flor de narciso. Debajo podrán ver Eco y Narciso, de John William Waterhouse.

Como otra representación de este mito, a continuación se muestra una pintura de Salvador Dalí llamada La metamorfosis de Narciso que, según el mismo artista, debe observarse acompañada de un poema que él mismo escribió, y en donde revela que para él la transformación de Narciso representa la inspiración, encarnada en Gala:

«Cuando esa cabeza se raje

cuando esa cabeza estalle

será la flor,

el nuevo Narciso,

Gala,

mi narciso.»

Pasando a la explicación de lo sobrenatural y la creación del mundo en las culturas prehispánicas, tenemos uno de los testimonios literarios más antiguos de Mesoamérica: el Popol Vuh. Este libro maya sobre el origen de la Tierra, nos cuenta que

Al principio, todo estaba suspenso, en calma y en silencio. Todo estaba sin movimiento porque la extensión del cielo estaba vacía. No había gente, animales, pájaros, peces, cangrejos, piedras, barrancos ni montañas; solamente el cielo estaba ahí, sin nada. La tierra aun no existía y no había nada que pudiera hacer ruido. Todo estaba en silencio y solamente el mar estaba ahí, quieto en la oscuridad. Solamente los Creadores y Formadores, Tepew y Q’uk’umatz, estaban sobre las aguas, rodeados de luz y cubiertos con plumas verdes y azules. Ellos eran sabios y grandes pensadores, porque eran los ayudantes del Corazón del Cielo, que es el nombre de Dios. Tepew y Q’uk’matz se reunieron y juntaron sus palabras y sus pensamientos. Entonces decidieron crear los árboles y los bejucos. Por la voluntad de Corazón del Cielo, que también es llamado Juraqan, ellos crearon las plantas de la oscuridad y dieron vida al ser humano.

De este modo, tras crear la vegetación, dieron origen a los animales para tener sonidos y movilidad sobre la Tierra, y luego al ser humano. Para crear a este último, usan elementos de la naturaleza, siendo el primero de ellos el barro; sin embargo, al darse cuenta de que no era un material resistente y notando que el primer intento de hombre comienza a derretirse, hacen uso de la madera. Esta raza humana ya no se derritió aunque, al estar hecha de palo, olvidó hablar y adorar a su Dios al carecer de razón y alma, además de tener una cara dura, seca y sin expresión. Por este motivo, Corazón del Cielo decidió destruirlos mediante un diluvio, para luego devastar a los sobrevivientes por medio de los animales, como el zopilote que sacó sus ojos, el jaguar que los devoró, y el puma que les quebró los huesos para sacarles el tuétano. A esto, se añade que sus descendientes son los monos, y que por esto se parecen a los hombres. Finalmente, crearon a los seres humanos por medio del maíz blanco.

En cuanto a la cultura azteca, también es posible encontrar varias referencias literarias a la naturaleza. Por ejemplo, existen varios cantos anónimos del siglo XVI en donde es posible observar alusiones a plantas, animales y los astros; el principio de estos cantos dice:

Consulto con mi propio corazón:

“¿Dónde tomaré hermosas fragantes flores? ¿a quién lo preguntaré?

¿Lo pregunto, acaso, al verde colibrí reluciente,

al esmeraldino pájaro mosca? ¿lo pregunto, acaso, al áurea mariposa?

Sí, ellos lo sabrán: saben en dónde abren sus corolas las bellas olientes flores.

Si me interno en los bosques de abetos verde azulados,

               o me interno en los bosques de flores color de llama,

ahí se rinden a la tierra cuajadas de rocío, bajo la irradiante luz solar,

ahí, una a una, llegan a su total perfección.

Asimismo Nezualcoyotl, monarca en el Texcoco del México antiguo y poeta del siglo XV, alude a la naturaleza mortal del ser humano en sus Liras, lo que es notable en la siguiente estrofa:

Yo tocaré, cantando,

El músico instrumento sonoroso;

tú, las flores gozando,

danza y festeja a Dios que es poderoso;

gocemos hoy tal gloria,

porque la humana vida es transitoria.

[…]

¡Ojalá los que ahora

juntos nos tiene del amor el hilo

que amistad atesora,

viéramos de la muerte el duro filo!

Porque no hay bien seguro:

que siempre trae mudanza lo futuro.

Ahora, abordaremos de forma breve algunos escritores y poetas mexicanos que han tratado el tema de la naturaleza de diversas formas dentro de su obra. En el siglo XVII, es posible destacar a Sor Juana Inés de la Cruz, o Juana de Asbaje, una religiosa de la Orden de San Jerónimo y escritora novohispana, exponente del Siglo de Oro de la literatura en español; entre su amplio trabajo literario se encuentra la obra de teatro El divino Narciso en la que, además del personaje de la mitología griega, existe otro llamado Naturaleza Humana, quien en el acto tercero dice:

De buscar a Narciso fatigada

sin permitir sosiego a mi pie errante

ni a mi planta cansada

-¡qué tantos ha ya días que vagante

examina las breñas

sin poder encontrar más que las señas!-

A este bosque he llegado –donde espero

tener noticias de mi bien perdido-

que si señas confiero,

diciendo está del prado lo florido

que producir amenidades tantas

es por haber besado ya sus plantas.

Aquí es posible observar no solo alusiones a la naturaleza, sino que estas se mezclan con las del personaje Naturaleza Humana para comparar la confusión que le aqueja por no encontrar a Narciso con la maleza y el bosque, y establecer un paralelismo entre la planta del pie y las plantas del “prado florido”, que entran en contacto para comunicar al ser humano con la naturaleza.

Otro de los periodos literarios relevantes no solo en México sino en muchas partes del mundo es el del Romanticismo, cuya mayor relevancia se diera durante el siglo XIX. La palabra “romance” se refiere a las lenguas o idiomas derivadas de la lengua romana, es decir, del latín; en este movimiento artístico y literario, la naturaleza y los paisajes se toman como inspiración para reflejar estados de alma y sentimientos nacionalistas. Entre sus principales representantes de México se encuentra el poeta Manuel Acuña.

Para el siglo XX, existen varios escritores mexicanos que de alguna u otra manera relacionan su actividad literaria con la naturaleza. Por ejemplo, Juan Rulfo, tanto en su novela Pedro Páramo como en los cuentos que integran El llano en llamas sitúa a sus personajes en entornos rurales, haciendo de la vida en el campo el objeto de su obra. En relación a esto, Pedro Páramo comienza de la siguiente manera:

Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias.

       El camino subía y bajaba: «Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja.»

      —¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo?

      —Comala, señor.

      —¿Está seguro de que ya es Comala?

      —Seguro, señor.

      —¿ Y por qué se ve esto tan triste?

      —Son los tiempos, señor.

       Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: «Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche.» Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma… Mi madre.

Aquí, la naturaleza sirve como escenario para anticipar lo que Juan Preciado, hijo de Pedro Páramo, encontrará al llegar a Comala inmerso en un calor intenso y molesto mientras recorre un paisaje árido, que contrasta con los recuerdos de vegetación viva que su madre le trasmite antes de morir.

Por su parte, José Emilio Pacheco Hace poesía de su observación de los animales y la mezcla con la naturaleza humana en su Álbum de zoología, en el que escribe sobre cangrejos, hormigas y zopilotes entre muchos otros seres vivos. Así, del mono dice:

Cuando el mono te clava la mirada

Estremece si no seremos

Su espejito irrisorio y sus bufones

(“El espejo de los enigmas”).

Y sobre el gorrión, que

Baja a las soledades del jardín

Y de pronto lo espanta tu mirada.

Y alza el vuelo sin fin,

Alza su libertad amenazada.

(“Un gorrión”).

Así, es posible encontrar diversas obras literarias que aluden a la relación entre el ser y la naturaleza, que de manera intrínseca se vinculan para mostrarse como una unidad íntima e inseparable.

Publicado por Mauricio

Inquieto y melancólico. Ingeniero Industrial y Licenciado en en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Inglesas) que gusta de leer, escribir y traducir. Restless and melancholic. Industrial Engineer with a B.A. in English Language and Literature, who enjoys reading, writing and translating.

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