‘Amuleto’, de Roberto Bolaño: la memoria individual y lo imaginario en el personaje de Auxilio Lacouture

The wind rushes under the wings of the angel of history and carries him onward, inevitably, despite the overwhelming sadness caused by the spectacle unfolding before his eyes.

Bertrand Westphal

“Y yo estaba allí con ellos porque yo tampoco tenía nada, excepto mi memoria. Yo tenía recuerdos. Yo vivía encerrada en el lavabo de mujeres de la facultad, vivía empotrada en el mes de septiembre del año 1968 […].”[1] Esto dice el personaje central de Amuleto, Auxilio Lacouture, quien, tras su autoexilio en México y específicamente en el espacio de la Universidad Nacional, sufre una experiencia traumática a causa de la ocupación de Ciudad Universitaria por parte del ejército en ese año que, algunos días después, mancharía de sangre la historia del país tras la matanza y desaparición de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas.[2] Principalmente por el evento del encierro forzado en el baño, pero también por otras vivencias con los poetas jóvenes y otros actantes reales[3] e imaginarios, la madre de la poesía mexicana recurre constantemente a sus recuerdos para mantenerse a flote en las aguas profundas del subconsciente, que, a la vez, la van desgastando y distorsionan su memoria, hasta hacerla caer en un sueño inevitable y vertiginoso que la conduce a un mundo fantasma en donde lo último que escucha es el cántico de “los niños más lindos de Latinoamérica”.4 

Si bien en México no existió un conflicto social que condujera a una dictadura militar como la de Argentina, Chile o Uruguay en las décadas de los 60-70 del siglo XX, sí hubo un movimiento opositor al régimen que inició con protestas estudiantiles tras una violenta represión policiaca, y que luego adquirió adeptos de otros sectores de la sociedad que también querían manifestar su inconformidad hacia la política gubernamental que prevalecía en 1968. De esta manera, el movimiento fue creciendo y, para intentar apagarlo, Gustavo Díaz Ordaz decidió rociarle una ráfaga de secuestros, golpes y balas durante una protesta pacífica en Tlatelolco, el 2 de octubre de ese mismo año. Este acontecimiento, oscuro y funesto, sin duda forma parte de la memoria colectiva de México, y especialmente de los habitantes de la capital, pero, en la novela, el de la toma de la UNAM por parte del ejército unos días antes se convierte en el recuerdo central dentro de la mente de Auxilio, y alrededor de él giran las otras remembranzas e imágenes de su estancia en la Ciudad de México, en torno a esos dieciocho días de aquel septiembre que la enclaustró en el “lavabo” del cuarto piso de la Facultad de Filosofía y Letras. 

Los sucesos narrados en Amuleto transcurren —de acuerdo con la memoria de su protagonista— entre 1965 y 1974, siendo este último año cuando el alter ego de Bolaño, “Arturito” Belano, regresa de Chile después de atestiguar las consecuencias del golpe de estado que Augusto Pinochet, apoyado por EUA, propinó al gobierno de Salvador Allende. Desde el inicio, la reconstrucción de las fechas en que Auxilio llegó a México con base en sus recuerdos se muestra confusa:

Yo llegué a México Distrito Federal en el año 1967 o tal vez en el año 1965 o 1962 […] y León Felipe murió en 1968. Yo llegué a México cuando aún vivía Pedro Garfias, qué gran hombre, qué melancólico era, y don Pedro murió en 1967, o sea que yo tuve que llegar antes de 1967. Pongamos pues que llegué a México en 1965.[4]

Este asunto, el de la rememoración de fechas, resulta problemático a lo largo de la novela al relatar alguna anécdota, y esto se observa cuando Auxilio utiliza algún adverbio de duda; sin embargo, hay un mes y un año que siempre tiene muy claro, el de septiembre de 1968, y que obedece al evento que la habría marcado para siempre:

Yo soy la madre de los poetas de México. Yo soy la única que aguantó en la universidad en 1968, cuando los granaderos y el ejército entraron. Yo me quedé sola en la facultad, encerrada en un baño, sin comer durante más de diez días, durante más de quince días, del 18 de septiembre al 30 de septiembre, ya no lo recuerdo.[5]

“Ya no lo recuerdo”, dice al final, a pesar de que el periodo de su encierro es muy preciso; entonces, ¿qué es lo que no recuerda? ¿Acaso es cada detalle de ese encierro lo que se le escapa? En este sentido, Neumann afirma que “[…] our memories are highly selective, and […] the rendering of memories potentially tells us more about the rememberer’s present, his desire or denial, than about the actual past events.”[6] En este caso, la memoria selectiva de la protagonista tiene varios recuerdos apostados claramente en su memoria, debido a que representan momentos clave en su vida; por ejemplo (y además del relacionado con la toma de la universidad) está la partida de Belano hacia Chile, en 1973, y su regreso en 1974; la muerte de Pedro Garfias en 1967 y la de León Felipe en 1968, y su primer encuentro con Ernesto San Epifanio “una noche radiante del año 1971.”[7] No obstante, hay varios eventos en donde del año no está claro, como el de su llegada a México, alguna conversación con Elena y Paulo en un café que pudo haber sido en 1971 o 1972 e, incluso, en lo imaginario y lo onírico, como cuando se encuentra con Lilian, la mujer que sigue desde el sueño con Remedios Varo, y que no puede saber si fue “en 1973 o tal vez en los primeros meses de 1974.”[8] Y, aunque es común que olvidemos fechas y pormenores de muchos sucesos durante nuestra vida, ¿qué nos dice esto sobre el presente del personaje de Auxilio, en el contexto de la novela? 

En primer lugar, está el nombre: Auxilio, es decir, “ayuda, socorro, amparo”,[9] y Lacouture, “del latín cultura, forma popular de cultura, designa campo arado, tierra cultivada.”[10] Esto cobra cierta relevancia al descubrir que el nombre no es arbitrario, ya que en una parte del texto se hace referencia a sus sinónimos, en un instante donde una sombra la acechaba, y “[…] otras sombras aparecieron por aquella calle que hubieran podido convertirse en el resumen de mis calles del terror y me llamaron: Auxilio, Auxilio, Socorro, Amparo, Caridad, Remedios Lacouture, ¿dónde te has metido?”,[11] cuyas voces eran las de Arturo Belano y Julián Gómez. Así, y al autoproclamarse la madre de todos los poetas, podría decirse que el nombre lleva implícito una ayuda, un apoyo a la cultura de la universidad y de los jóvenes mediante una figura más madura, materna, más cultivada. De este modo, “la uruguaya que ampara a los jóvenes poetas de México y hace también trabajos domésticos gratuitos para poetas españoles […] anuda en sí misma (como una persona bisagra) el exilio español con el exilio latinoamericano.”[12] Ahora bien, ¿desde dónde llega este auxilio?

En primer lugar, habría que señalar que Lacouture no es parte de un exilio forzado, sino de una expatriación, es decir, de un exilio voluntario “sin saber muy bien por qué, ni a qué, ni cómo, ni cuándo.”[13] Al respecto, Inzaurralde comenta que “Hay en cualquier caso en los textos de Bolaño una persistente insistencia en salvar un lugar para la aventura o la apuesta revolucionaria, sea esta poética o política.”[14] Y, en el caso de Auxilio, podría decirse que son ambas ya que se interesa por la escena principalmente literaria, pero también artística, y por la cuestión política desde la visión de la juventud universitaria que la conduce a su accidental permanencia en ese baño de la facultad, para, al recordarlo, decirse a sí misma —a través de la voz imaginaria de Remedios Varo— “tú estás manteniendo el estandarte de la autonomía universitaria, tú estás salvando el honor de las universidades de nuestra América, lo peor que te puede pasar es que adelgaces horriblemente, lo peor que te puede pasar es que tengas visiones, lo peor que te puede pasar es que te descubran, pero tú no pienses en eso, mantente firme […].”[15] Así, ella emprende su viaje desde el sur del continente para mezclarse con los jóvenes poetas, las artistas plásticas y personas llenas de luz y oscuridad en una ciudad viva, lóbrega y pujante,  para enlazar sus pensamientos charrúas con los mexicanos, pero también con los argentinos, los chilenos, y los de toda América Latina, en un ambiente donde “La nube de polvo lo pulveriza todo. Primero a los poetas, luego los amores, y luego, cuando parece que está saciada y que se pierde, la nube vuelve y se instala en lo más alto de tu ciudad o de tu mente y te dice con gestos misteriosos que no piensa moverse.”[16]

También para Inzaurralde “el exilio se asocia con la errancia, la separación, incluso la pérdida de sentido”,[17] y “es en realidad un ingrediente ineludible de la condición humana porque en el fondo nos convertimos en exiliados en el momento traumático de abandonar el amparo perfecto del útero materno.”19 Considerando lo anterior, se puede decir que Auxilio tiene un triple exilio: el del seno materno, el de su patria —Montevideo, Uruguay— y el de sí misma, ocasionado, fundamentalmente, por el acontecimiento traumático en septiembre de 1968. 

De acuerdo con Halbwachs, desde la perspectiva psicológica ocurren dos tipos de observaciones al considerar a un individuo aislado, la interior y la exterior, donde “La observación interior se define, para los psicólogos, por oposición a la percepción de los objetos materiales. Parece que en esta última nos mostramos y en parte nos confundimos con las cosas externas, mientras que en la primera nos encerramos en nosotros mismos.”[18] Con base en estas acepciones, pareciera que la memoria de Auxilio, y en consecuencia su identidad, está en un vaivén entre una observación externa y otra interna, entre las cosas y las personas en las que a veces desborda sus sentidos, su intelecto o sus pasiones, y un confinamiento interior en el que se percibe a través de “todo eso que nos es exterior al cuerpo, y, por extensión, al espíritu, es decir, el contenido del espíritu mismo, en particular nuestros recuerdos.”[19] 

Adicionalmente, vale la pena mencionar que “Las imágenes [phantasmata o ‘fantasmas’] producidas por la fantasía no surgen de la nada, tiene su origen en representaciones, vale decir figuraciones, composición de imágenes o figuras que recuerdan lo conocido, y lo sustituyen.”[20] Así, lo que resulta más conocido para Auxilio es, por un lado, aquello que la motiva a ir a la universidad, a los cafés y a convivir con los poetas y, por otro, a buscar el sueño y soñar o tener pesadillas por sentirse atrapada en un baño con un libro de Pedro Garfias, sin comida, y con agua suficiente para sobrevivir, durante dieciocho días. Asimismo, constantemente evoca los objetos que la rodean en ese lugar y que, mediante las imágenes mentales que los sustituyen, le producen la sensación de estar ahí: las baldosas; el wáter; el libro de poemas; las manchas en el techo; el suelo y las paredes; su propio atuendo “con la pollera arremangada y los calzones abajo.”[21] Aunque, también, recuerda lo que miraba hacia el exterior de su encierro desde la ventana: las tanquetas; los soldados y los granaderos; las furgonetas donde metían a profesores y estudiantes presos; el terror, el miedo de que pudiera ocurrirle algo similar o incluso peor. Sin embargo, de igual manera vienen a su mente imágenes de vida, pues “veía pájaros, árboles o ramas que se alargaban desde sitios invisibles, matojos, hierba, nubes […]”[22] y que tal vez le ayudaron a saber que no todo era terrible allá afuera a pesar del silencio humano. Cabe añadir que, en su cotidianidad, el entorno siempre está presente en varios de sus recuerdos y no solo en aquellos que la marcaron con mayor profundidad, puesto que en sus rememoraciones aparecen zonas de la ciudad, nombres de calles y avenidas, locales para beber café o bebidas alcohólicas, alusiones al paisaje, y artistas y escritores: “[…] y yo le decía al periodista quién era Lilian Serpas, le decía que el dibujo no era suyo sino de su hijo, le contaba lo poco que sabía de esa mujer que aparecía y desaparecía por los bares y cafeterías de la avenida Bucareli.”[23]

Al relacionar el espíritu con los recuerdos, y adoptando una postura psicológica, podemos decir que las representaciones mentales de los objetos son fundamentales para conservar y evocar los recuerdos, ya que pueden relacionarse con una situación dada y así ayudar a mantenerlos presentes a través del tiempo, aun si con su paso van sufriendo modificaciones y distorsiones que llegan, incluso, a confundirse con la percepción de la realidad y la fantasía. Aunque hay varios momentos en la novela de Bolaño donde se rompe la secuencia cronológica de los eventos, y por lo tanto se vuelve fragmentaria, la analepsis se da principalmente por el recuerdo de 1968, esa ancla pesada e inamovible que se enclava en la cabeza de Auxilio para evitar que el navío de la memoria se desplace libremente por otras aguas, y llegue a otras islas donde reemplace el dolor por el deseo de seguir viviendo. Por esta razón, es que hacia el final del texto el personaje que alude a una “tierra cultivada” empieza un viaje ya no físico, sino más bien mental, entre el mundo que la despierta cada día y que luego la agota, hasta el punto de ya no querer confrontarse con la realidad, con la nube de polvo del pasado sobre el presente. En la diégesis, Auxilio tiene una revelación en el apartamento de Coffeen —hijo de Lilian Serpas— mientras rememoran el mito de Erígone, en un instante en el que “El aire enrarecido por el vuelo de miles de insectos se aclaró”[24], como si súbitamente hubiera salido de un delirium tremens instalado en su imaginación a causa de la borrachera más extensa de su vida. En el mito, Erígone se aleja ante la mirada de Orestes hasta desaparecer repentinamente en un abrir y cerrar de ojos, por lo que, tras escuchar a Coffeen mencionarlo, tiene su epifanía:

Francamente, me sentí bloqueada y por un momento me pareció, ¡como quien levanta la hoja de un rayo y ve lo que hay detrás!, que Coffeen era Orestes y yo Erígone y que aquellas horas de oscuridad se harían eternas, es decir que yo nunca más vería la luz del día […][25]

Tras esta dura reflexión, dice estar aliviada, anestesiada, mientras la arrastran a un quirófano para llevarla al parto de la Historia, y así hacer consciente la fragilidad de sus días, y el agotamiento que acaecía en su cuerpo por emborracharse con los poetas jóvenes mexicanos, al notarse “exhausta o vacía o con ganas de llorar.”[26]

Entonces, comienza la etapa de sueño incontrolable, el deseo de dormir frecuentemente, como ella misma afirma al decir “que dormía, estuviera donde estuviera, generalmente cuando estaba sola (detestaba quedarme sola, cuando me quedaba sola me sumergía en el sueño de inmediato), pero con el paso del tiempo el vicio se hizo crónico y me dormía incluso cuando estaba acompañada, acodada en la mesa de un bar o incómodamente sentada en una función de teatro universitario.”29

De acuerdo con Halbwachs, “Hablamos de nuestros recuerdos para evocarlos”,[27] ya que esta es la función del lenguaje y ello nos permite reconstruir el pasado; no obstante, Auxilio solo habla de sus recuerdos consigo misma, en silencio y, tal vez, eso es parte de lo que al final la induce a un sueño eterno. En relación con ello, “existe un solo caso de un hombre que se confunde con las imágenes que se representa, es decir, cree vivir eso que imagina en su aislamiento; pero también es el solo momento donde sea capaz de acordarse: es cuando sueña.”[28] La cuestión es que, cuando sueña en ese estado de hipersomnia, la charrúa solo trae a la mente aquel recuerdo de 1968, y con él da rienda suelta a las fantasías, y evoca a los jóvenes luchadores de Latinoamérica con un interlocutor muy peculiar: un ángel argentino que le dice cosas, mientras ella sigue viéndose en el baño de la facultad, bajo una “luna [que] derrite una por una todas las baldosas de la pared hasta abrir un boquete por donde pasan imágenes, películas que hablan de nosotros y de nuestras lecturas y del futuro rápido como la luz y que no veremos.”[29] Adicionalmente, en su sueño comienza a decir algunas profecías relacionadas mayormente con la literatura, donde predice quiénes o qué desaparecerá y permanecerá.  De pronto, su sueño da un giro que conecta con la pintura de El caminante sobre el mar de nubes (1818), de Caspar David Friedrich (debajo), en la que se ve a un hombre de espaldas quien, desde la cima de un risco, contempla un paisaje gélido y escarpado entre la niebla o, más precisamente, por encima de ella. Al observar con detenimiento esta obra del romanticismo alemán, se percibe un sentimiento de abstracción, aislamiento y soledad que no genera tristeza sino, más bien, melancolía.

Inzaurralde escribe que el filósofo alemán Walter Benjamin concuerda con August Strindberg[30] en que “el infierno no es nada que se encuentre, aún, frente a nosotros, sino que es ya esta vida, aquí”[31], para posteriormente agregar que “En la melancolía benjaminiana de innegable raigambre romántica, no es la pérdida del objeto lo que predomina sino la pérdida del sujeto mismo, en relativa fusión con el objeto […]”, donde la mirada melancólica “no es un mero estado de ánimo o una patología, es más bien una mirada que puede percibir la tristeza de la materia caída en su estado de mutismo”,[32] es decir, en su silencio o ausencia de lenguaje. Por lo anterior, es importante retomar brevemente el tema del objeto que transmite melancolía a partir de su silencio, pues este se representa a lo largo de la novela de Bolaño, esencialmente, por las baldosas blancas de la pared del baño donde Lacouture se queda encerrada, y el reflejo —como espejo de la melancolía— de la luna sobre ellas: “la Universidad ha vuelto a abrirse, pero yo sigo encerrada en el lavabo de la cuarta planta, como si de tanto arañar las baldosas iluminadas por la luna hubiera abierto una puerta que no es el pórtico de la tristeza en el contínuum del Tiempo. Todos se han ido, menos yo. Todos han vuelto, menos yo.”[33]

Y así, en la cima del sueño como el risco en el cuadro de Friedrich, Auxilio observa una sombra que avanza por un gran prado, hasta percatarse de que se trata de una multitud de jóvenes que venían cantando y que “Probablemente eran fantasmas.”[34] Unos fantasmas que al final reconoce, y que desvelan la razón del título de la obra:

Y aunque el canto que escuché hablaba de la guerra, de las hazañas heroicas de una generación entera de jóvenes latinoamericanos sacrificados, yo supe que por encima de todo hablaba del valor y de los espejos, del deseo y del placer. Y ese canto es nuestro amuleto.[35]

De esta manera, la protagonista no solo da fin a su sueño de una juventud de guerra, de deseo y de placer, sino que también desaparece en un abrir y cerrar de ojos, como Erígone, ante la multitud de niños y jóvenes que cantaban al ir caminando hacia el abismo, como aquellos pájaros que con su piar le acompañaron, desde afuera, esos dieciocho días en el baño del cuarto piso de Facultad de Filosofía y Letras.

El caminante sobre el mar de nubes, Caspar David Friedrich (1774-1840)

Bibliografía

Bolaño, Roberto. Amuleto. España: Alfaguara, 2016. Ebook.

Halbwachs, Maurice. Los marcos sociales de la memoria. Venezuela: Anthropos Editorial, 2004. Impreso.

Inzaurralde, Gabriel. “Habitar la derrota: la ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño” en Telar: Revista del Instituto Interdisciplinario de Estudios Latinoamericanos. Países

Bajos: Universidad de Leiden, 2017. Impreso.

Neumann, Birgit. “The Literary Representation of Memory” en Cultural Memory Studies.

Alemania: Walter de Gruyer GmbH & Co., 2008. Impreso.

Pozuelo, José María. “Figuraciones del Yo en la narrativa” en Ensayos Literarios Cátedra

Miguel Delibes. España: Universidad de Valladolid, 2010.

Proyecto de “technologies innovantes pour faciliter l’accès du grand public à ses racines” en www.filae.com/nomdefamille/LACOUTURE. Digital


[1] Bolaño, Amuleto, p. 38

[2] Esta plaza, ubicada en Tlatelolco, CDMX, recibe este nombre ya que tiene vestigios arquitectónicos de las culturas mesoamericana, española y mexicana.

[3] Por “reales” hago referencia a personajes que existen físicamente en el contexto de la novela, aunque, al final, todos los actantes sean ficcionales. 4 Bolaño, Amuleto, p. 128

[4] Bolaño, Amuleto, p. 12

[5] Ibid., p. 120-1

[6] Neumann, The Literary Representation of Memory, p. 333

[7] Bolaño, Amuleto, p. 60

[8] Ibid., p. 89

[9] Diccionario de la Real Academia Española.

[10] https://www.filae.com/nom-de-famille/LACOUTURE.

[11] Bolaño, Amuleto, p. 53

[12] Inzaurralde, Habitar la derrota. La ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño, p. 97

[13] Bolaño, Amuleto, p. 12

[14] Inzaurralde, Habitar la derrota. La ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño, p. 101

[15] Bolaño, Amuleto, p. 83

[16] Bolaño, Amuleto, p. 19

[17] Inzaurralde, Habitar la derrota. La ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño, p. 91 19 Ibid., p. 93

[18] Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria, p. 318

[19] , p. 318

[20] Pozuelo, Figuraciones del yo, p. 24

[21] Bolaño, Amuleto, p. 27

[22] , p. 122

[23] Bolaño, Amuleto, p. 62-3

[24] , p. 27

[25] Bolaño, Amuleto, p. 105

[26] Ibid., p. 110 29 Ibid., p. 111

[27] Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria, p. 324

[28] Halbwachs, Los marcos sociales de la memoria, p. 319

[29] Bolaño, Amuleto, p. 111

[30] August Strindberg (1849-1912) fue un escritor y dramaturgo sueco, influenciado a su vez por las doctrinas del místico Emanuel Swedenborg (1688-1772), también de origen sueco.

[31] Inzaurralde, Habitar la derrota. La ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño, p. 89

[32] Inzaurralde, Habitar la derrota. La ciudad baldía del exilio en Roberto Bolaño, p. 89

[33] Bolaño, Amuleto, p. 107

[34] Ibid., p. 126

[35] Ibid., p. 128

Publicado por Mauricio

Inquieto y melancólico. Ingeniero Industrial y Licenciado en en Lengua y Literaturas Modernas (Letras Inglesas) que gusta de leer, escribir y traducir. Restless and melancholic. Industrial Engineer with a B.A. in English Language and Literature, who enjoys reading, writing and translating.

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